La solución al femicidio, otra responsabilidad de las mujeres: dejar de criar asesinos
Cada asesino de mujeres, cada golpeador y cada machista tuvo una madre o alguna mujer en su vida que amara y respetara mucho. Y aunque lo que voy a decir nos suma una responsabilidad más, creo que somos las mujeres las culpables de criar tantos violentos, inútiles y hasta asesinos.
No podemos esperar que ellos cambien y nos respeten, no podemos pedirles que dejen de ser machistas. Que el cambio empiece por nosotras.
¿Qué concepto diferente le metemos a nuestros hijos varones en la cabeza que luego actúan como actúan? ¿Por qué las mujeres somos diferentes? ¿En qué momento diferenciamos la crianza de unos y otros para convertirlos a ellos en futuras amenazas para nuestras hijas? ¿Cuándo los pervertimos tanto que terminan siendo víctimas de nuestros propios prejuicios?
Me acuerdo el caso que salió en las noticias del chico que mató a su hermana mayor porque lo retaba y le exigía que estudie. Sucedía que ella ahora tenía que cumplir el rol de madre, ya que la habían perdido unos meses atrás por culpa del cáncer. Él la mató y la escondió debajo de la cama para que no la encontrara la policía. Para así resolver el problema.
Una profesora de inglés entre el Past Perfect y el Simple Past nos contaba que su hijo tenía dos novias. Una que iba a su casa de lunes a viernes y la otra los fines de semana.
Fue papá de mellizos y cuando aún no tenían cuatro años él ya sabía que la crianza no podría ser igual. Eso respondió cuando le preguntamos si iba a dejar dormir en su casa a las parejas de los mellis. De él sí, de ella obvio que no.
En una sala de ecografía la madre le dice al feto que está en su panza que es muy putita por estar abierta de piernas mostrando el sexo, pero festejaba porque al fin su bebé mostraba su vagina y así ella se podía ir tranquila a llenarle el cuarto de cosas rosas, muñecas para jugar a la mamá y ollas para hacer la comidita.
Escribo esta nota bajo el lema de NI UNA MENOS. En honor a las muertas y a mis compañeras de género. Y esa sensación de que nos matan aún no se va. Hace unos años viajé sola por Latinoamérica y se me pone la piel de gallina al pensar que podría no haber vuelto nunca a casa. Porque sí fui víctima de un horrendo robo, la situación más trágica de mi vida. Tuve suerte en que el chico que me había mentido para robarme no me violara, ni me pegara, ni me matara.
Y sigo insistiendo en que no se pueden cambiar años de machismo con un par de marchas o afiches de #niunamenos. Por que a esas marchas los hombres no van, porque aún nadie entiende que feminismo y machismo no son opuestos. Porque el cambio lo tenemos que realizar en nuestras casas desde que nuestros hijos están en la panza. Porque a veces las mujeres nos bastardeamos más de lo que lo hacen los propios hombres. Porque las mujeres somos machistas y somos las que perpetuamos esa cultura.
La mujer tiene un gran poder en la sociedad y siempre lo tuvo: dar a luz y criar a futuras personas. ¿Qué poder es más grande y maravilloso que ese?
Traer al mundo al primogénito del rey que luego heredará su trono. Ser la que alimenta con su propia leche al futuro director de la gran empresa familiar. Ser la que le ayuda a hacer las cuentas matemáticas al futuro ingeniero. Y también ser la que todos los días le hace la cama al futuro golpeador de otras mujeres, al futuro vago que en la casa no levanta ni un vaso, a su futuro asesino.
Matan a la madre de sus hijos y no les importa dejarlos sin mamá (ni papá). Violan entre 30 a una mujer. ¿Ninguno de esos 30 dijo LOCO BASTA, PUEDE SER MI HIJA, MI HERMANA, MI MUJER o MI MADRE? Yo pienso que alguien enfermó a esa raza diferente, los varones, alguien los hizo mal, le hicieron creer un cuento que ya caducó.
Cuando hombres y mujeres nacemos somos iguales, seres vírgenes de conceptos y de género. Por lo tanto sí tengo que echarle la culpa a la sociedad por esos resultados siniestros y las únicas que podemos cambiarlo somos nosotras, las madres. Porque los padres ni siquiera crían a sus hijos. Ellos mucho trabajan y plata traen a casa, pero a la comida la hace mamá, a la ropa me la prepara mamá, me peina mamá, me ayuda con la tarea mamá, quien me escucha y me entiende es mamá y si mis papás se separan me quedo con mamá. Y podrán decir que eso es así porque seguro mi mamá es ama de casa. Pero no, ella trabaja como papá.
Si somos nosotras las que pasamos tanto tiempo con nuestros hijos, si tenemos tanta influencia sobre ellos, dejemos de hacerlos machistas, dejemos de criar asesinos. Por qué al mismo tiempo que le permitimos a nuestro hijo traer dos novias a casa, lloramos y sufrimos porque nuestro marido nos mete los cuernos. Ese niño que estás criando será un futuro papá y esposo.
En esta nota hablo de generalidades, de mayorías. No se sientan afectados aquellos buenos hombres.