Estar conectados, un arma de doble filo
Desde hace unos meses me pasa que me siento intimidada en Internet, pero sobre en Twitter. Aunque al mismo tiempo festejo que la gente lea lo que escribo y luego me lo comente en la vida real.
Un día publiqué en Facebook que me había cortado el pelo y que no me gustaba cómo me había quedado. Mis amigas, teniendo en cuenta mis antecedentes (un día me rapé la cabeza), empezaron a preguntar y a dejar comentarios debajo de esa mínima acotación que yo había hecho. Al haber mucho «ruido», la gente (mis otros amigos de la red) leyeron y se enteraron de que yo lucía nuevo look.
Las respuestas que tuve fueron varias:
- Mi tío me llamó a la media hora para ver qué me había hecho en la cabeza y por qué no me gustaba.
- Mis amigas me vieron y dijeron que «no era para tanto».
- Personas que ni sabía que leían mi muro de Facebook (amigos de mi novio, compañeros del trabajo, amigas de mis hermanas, etc) cuando me vieron en la vida real, también me dijeron que me quedaba bien.
- Mi mamá me dijo que no me ponga triste, que no me quedaba feo. Jaja.
Esto puede resultarles normal a algunos otros, pero a mí me llamó la atención. El poder que tiene nuestra voz en Internet es grandísimo y hay que saber aprovecharlo. Los links permiten que miles de millones de personas puedan acceder a lo que uno publica, pero llevando este evento a la cotidianeidad tenemos que saber, o por lo menos considerar, que todo lo que digamos puede ser escuchado por nuestro entorno más cercano. Nuestra familia y amigos por empezar, pueden (si quieren) leer cada cosa que publicamos y analizarla, lo cual no sería tan grave porque ya nos conocen, pero también nos están leyendo nuestros jefes o futuros jefes, nuestros colegas, nuestros alumnos, nuestras parejas y nuestras futuras parejas, nuestros profesores. Y en un plano más general nos está leyendo el chico que viaja en el colectivo (que puede ser el mismo que estás yendo vos), el que está sentado en la mesa de atrás y esa mujer a la que estamos criticando por su atuendo ridículo.
Este tweet de @elenapaoloni representa mi idea:
«Un pibe le sacó una foto a mi bolsa. Sé que lo estás tuiteando, corazón!»
Lo que quiero decir es que ya no se puede criticar en Twitter al que tenemos al lado porque esa persona también está en Twitter. Ya no se puede comentar en vivo y en directo nuestras vidas sin ningún filtro. Según mi opinión, ya no vale decir «No me gusta llegar puntual a un almuerzo, si voy a tener que esperar a los otros con hambre», «Este profesor es el más aburrido del mundo» o «Estoy haciendo el negocio de mi vida, vendiendo gato por liebre». Ya no, porque la probabilidad indica que todas esas personas a las cuales estamos mencionando aunque sin nombrarlas antes de volver a encontrarse con nosotros lean nuestro Twitter y se enteren de lo que en realidad pensamos.
Esto antes no ocurría porque Internet era como un mundo paralelo, un mundo anónimo en el cual uno se expresaba con libertad. Me acuerdo cuando me incorporé al mundo de Twitter, en el año 2009, para mí y para todos, ese era un lugar de descarga, de protesta, de rebeldía. Decíamos lo que se nos antojaba total «nadie» nos leía.
Hoy me encuentro con que toda mi familia lee lo que escribo, todas mis amigas, todo mi entorno más cercano está al tanto de cada palabra que escribo y por eso tengo que ser consecuente. Uno tiene una personalidad en la vida real, pero también una en la web, si se condicen se cierra el círculo, pero para eso no hay que hablar de más, hay que pensar antes de apretar «publicar» y debemos seguir una línea de pensamientos y comportamientos. La línea es la que nosotros queremos mostrar, la que queremos que el otro vea de nosotros, por eso tenemos un arma de doble filo en Internet. Podemos pavear con nuestros amigos y publicar una foto (para exagerar un poco) de nosotros mismos vomitando un sábado a la noche. Pero tenemos que pensar si nos gustaría que a esa foto la vea nuestro jefe y nos la mencione el lunes a la mañana en la oficina.
Pero si tengo que hablar de mí en particular tengo que decir que me sorprende sobre manera que la gente lea mis blogs y luego me lo comente, me siga en Twitter y esté al tanto de mi vida. Me sorprende muchísimo, pero así también me gusta. Entiendo que estar on line es un arma muy poderosa. Me sirve para mostrarme, expresar mis ideas, contar lo que hago, pero no dejo de lado que eso también puede jugarme en contra. De todos modos, el «riego/beneficio» de tener una vida pública en Internet me dice que lo mejor es estar conectada, aparecer en Google y crear contenido.
Aquí estoy ahora, haciendo eso que digo.
¿Ustedes qué piensan sobre este tema? ¿Es mucha paranoia de mi parte? ¿Vivieron algunas de las experiencias que aquí comenté? ¿Cómo cambiaron su actitud ante Internet con el paso del tiempo? Cuéntenme que me súper interesa. ¡Saludos!