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Chau 2011, que se venga el fin del mundo

Cuando me senté en frente de la computadora pensé en escribir mis metas para el año que viene, pero mejor escribo un resumen de lo que fue mi 2011. Aunque yo siempre, en mi cabeza, planeo cuáles serán los objetivos que quiero cumplir para el año próximo. Y los pienso. Los pienso tanto que a veces me canso, pero yo continúo con mi empresa fiel a mi forma de ser: algo caprichosa, pero muy optimista.

Al 2011 lo recibí en Colombia, en la ciudad de Cartagena de Indias trabajando. Fue un año nuevo diferente a todos, intenté no mentalizarme de qué fecha era, sino tomarlo como un día más, pero a las 12 de la noche sí me emocioné. Tenía ganas de llorar porque quería abrazar a mi familia y porque veía que todos los otros que estaban trabajando conmigo estaban igual o peor que yo. A los 15 segundos se me pasó porque tuve que ir corriendo a llevarle champagne al dueño que estaba comiendo con toda su familia ahí. El restaurante se llama Donde Olano, queda en el centro histórico de la ciudad y dicen que es el más rico. Me encantó haber trabajado ahí, me encantaría volver y seguro algún día lo haré.

Así que los primeros meses del año me encontraron de viaje. Pasé mi cumpleaños en Panamá, con mucha gente amorosa y divertida. El viaje seguía y algo malo me estaba por pasar (me robaron), pero en seguida armé las valijas de nuevo y al poco tiempo llegué a México. Allí, aunque nadie lo crea, me estaba esperando el mismísimo Gabriel García Márquez para darme una entrevista en su casa. Fue lo más maravilloso que me pasó en los últimos tiempos. Creo que visitar a Gabito marcó un antes y un después en mi vida. Estoy segura de que quiero ser escritora, estoy segura de que quiero seguir sus pasos, estoy segura de que él es tal cual se muestra en sus libros y estoy segura de que su mujer, la gran Mercedes Barcha tuvo mucho que ver en el éxito de su vida.

Pero además, con este logro me di cuenta el poder que tiene mi mente (y la de cualquiera de ustedes). Ahora ya nadie me para, jajaja. Me propuse algo, trabajé para lograrlo y lo logré. Tuve muchísima suerte, porque la historia tuvo final feliz, pero aún así la enseñanza es que si quiero algo, lo puedo conseguir.

Desde muy chica y no sé por qué, que a mí se me puso eso en la cabeza. Cuando quería algo, lo buscaba por cielo y tierra hasta encontrarlo.

A los dos días de la entrevista con El Gabo, mi viaje de «90 días por el Caribe» terminó y volví a casa para darle a mi familia ese abrazo que tanto necesitaba. Me estaba esperando mi novio en el aeropuerto y eso ya me alegró la llegada. Lo otro fueron todas alegrías.

En seguida me puse a trabajar en los hospitales y centros de salud de mi ciudad para terminar la PFO (Práctica Final Obligatoria) para poder acceder al título de médica. En septiembre terminé todo y por fin ya estaba recibida.

Al mismo tiempo y durante todo el año, fui ayudante de cátedra del área Pediatría en la Universidad Nacional del Litoral. A la profesora que tenía que acompañar era a Amelia Niveyro, la misma que hacía unos años atrás había sido mi tutora. Pero no fue casualidad, nos elegimos la una a la otra. Éramos las dos un poco locas, pero el entusiasmo fue nuestra marca de agua. En diciembre terminaron las clases, tuvimos despedidas de año con los alumnos y exámenes finales. Esa experiencia como cuasi docente me sirvió para darme la cuenta la importancia de los profesores, porque hay que se exigentes con los alumnos y cuáles son los objetivos claros que se buscan atrás de cada uno de los alumnos.

Y como si todo eso hubiese sido poco, a finales del año entré a trabajar en el Hospital Iturraspe, como pasante del servicio de Ginecología y Obstetricia. Fue una alegría entrar por varios motivos. Primero porque fue un mini concurso el que gané para ingresar y eso me hizo sentir bien. Segundo, y lo más importante, porque me hizo revalidar mis ganas de ser una médica ginecóloga y obstetra. Me di cuenta que me encanta la especialidad que si por mi fuera me quedaría todo el día en el hospital y que por ese objetivo voy el año que viene.

Las otras cosas de mi vida siguieron igual de bien que siempre. En mi casa todo en orden, mi familia está muy bien. Con mi novio seguimos creciendo juntos, ya vamos a cumplir seis años de noviazgo y aunque ninguno de los dos lo pueda creer estamos felices de tenernos el uno al otro. Y con mis amigas nos seguimos matando de la risa cada vez que nos vemos.

No me olvido de las clases de macramé que di, también, durante todo el año y tampoco de mis alumnas que son lo más, que las adoro y que me ponen de buen humor siempre que las veo.

Este año, como varios otros de mi vida, hice mil millones de cosas, esa es mi forma de ser. En la mayoría me fue bien y por eso le agradezco a la vida y a las personas que me hacen el aguante. Pero no me doy por vencida con las que pifié, voy a cambiar y darle la vuelta de tuerca necesaria para lograrlas más adelante.

Me gustaría, por otro lado, que se termine el mundo en el 2012. Me ahorraría tener que trabajar durante toda la vida, ver morir a algunos de mi familiares, sufrir por amor, renegar con mis hijos. Pero como soy incrédula y sé que en el 2012 no va a pasar nada de nada, voy a esforzarme por ser mejor, por lograr los nuevos objetivos que tengo. No me va a resultar fácil, las cosas de la vida, a medida que uno crece se vuelven más difíciles, pero por lo menos lo intentaré y pondré todo lo mejor de mí.

Desde las 12 de la noche de hoy, sábado 31 de diciembre de 2011, me mentalizaré para que el 2012 sea nuestro mejor año.

¡Feliz año nuevo para todos! Los quiero mucho, Ingrid.

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Sab, diciembre 31 2011 » Mi vida

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