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Fin del 2012: ¡Hola 2013!

Hace justo un año escribí por última vez en este blog. Lo dejé olvidado porque este año que se va fue muy movidito para mí. Al final de cuentas, y con el optimismo que me caracteriza, me doy cuenta que cada año que pasa en mi vida es un buen año.

Empezó el 2012 y mi hermana menor, Sofía, se iba de intercambio estudiantil a Francia. Lloré en su despedida, prometimos hablarnos en francés para que yo practicara y le regalé un BlackBerry para asegurarme que iba a estar en contacto con ella todos los días.

Más tarde me puse a estudiar para rendir el examen de la residencia. Fueron unos meses muy difíciles donde uno se plantea toda su carrera y pone en juego su futuro. En abril comencé a rendir los exámenes en diferentes hospitales. Rendí en 20, en Santa Fe y en Buenos Aires. Y así como escribí «Concursar para un puesto y ganarlo» estuve a punto de escribir «Cómo aplicar para una residencia y fracasar».

Me había ido bien en algunos lugares, pero después de dar las entrevistas personales no me llamaban. Listo, era la persona más fracasada de la Tierra. Entraba al mail mil veces al día, a las web, buscaba información. Yo había tenido la misma actitud siempre: positiva, respetuosa, elegante, educada, pero no me llamaban.

Unos días antes de perder las esperanzas me llamaron de 3 lugares y pude elegir entrar a la residencia del ex Hospital Francés, la actual Unidad Asistencial Por Más Salud Dr. César Milstein.

Era mayo y me tenía que ir de mi casa de Santo Tomé. Me mudaba a Buenos Aires, al lío de Buenos Aires y llorando me fui de casa en búsqueda de nuevas motivaciones.

A las pocas semanas mi hermana Indira también se fue de la casa de mis papás y así fue cómo los dos se quedaron solos de golpe y porrazo con el sindrome del nido vacío multiplicado por tres. Por suerte más tarde llegó Juliette, una intercambista francesa que vino a la Argentina a hacer de hija de mis papás.

La vida familiar a la que estábamos acostumbrados cambió y a partir de ahora empiezo a contar mi historia individual. Hace poco le pregunté a mis compañeras más grandes, cuándo uno deja de extrañar a los padres y me contestaron, para mi alegría, que nunca. Me conformé entonces con extrañarlos un poco todos los días, hablar mucho por teléfono y volver a casa cada vez que podía.

En Buenos Aires lloré mucho. Hacer la residencia no es fácil al principio. Todos me lo habían dicho, yo venía preparada, pero algunas veces la pasé mal igual. Me encontré con un grupo de gente muy buena, desde mis compañeras de primer año hasta el jefe de servicio todos me parecieron personas buenas y tenían el adicional de ser buenos médicos por lo que me dispuse a aprender lo máximo de cada uno de ellos. Solo una persona me hizo la vida imposible dentro del hospital. Qué miedo que le tenía. Ahora me río, pero no es lindo tenerle miedo a un superior que tiene unos pocos años más que vos, no es lindo la falta de respeto entre compañeras y no es lindo la arrogancia.

Por suerte, hoy me llevo mejor con esa compañera, no me gusta tener malos recuerdos de personas que comparten tantas horas conmigo todos los días.

Fue con la única que tuve algún tipo de inconvenientes a lo largo de estos primeros seis meses de trabajo. Por el contrario hice una hermosa relación de trabajo con todo el resto, encontré un compinche en cada rincón del hospital.

Y casi que solo hablo de eso. Creo que de ahora en adelante mi vida va a ser «El hospital». Me siento contenta porque ya puedo decir que me siento médica, que ahora entiendo la responsabilidad que tenemos, lo importante que es formarnos lo mejor posible, lo esencial de las relaciones personales y lo bueno que son los pacientes si nosotros somos buenos con ellos.

Ya tengo miles de historias de pacientes. Atiendo a abuelas que bien podrían ser las mías y me la paso charlando de sus historias de vidas: sus amores, sus embarazos, sus abortos, sus problemas y sus enfermedades. Aprendo y grabo a cada una de ellas y en el fondo me pregunto como la historia de quién será mi vida.

Soy futurista, me gusta mirar hacia el futuro y adivinar cómo será. Por eso creo que yo misma puedo ser dentro de unos años cualquiera de mis pacientes. Y por lo mismo, ya creé una agenda con notas para llevar a cabo cuando sea jefa de residentes. Me río cuando lo digo. Soy un poco loca.

Por otro lado tuve que dejar todas mis actividades extras como macramé, cerámica, escribir en blogs y los idiomas. Sigo vendiendo las copitas menstruales y sigo de novia con el mismo chico que conocí a los 18 años.

Deseo para el próximo año que sea un buen año académico para mí, aprender mucho cada día es lo que más quiero. Tengo la intención de retomar inglés y volver a escribir algún que otro cuento. Si me dan los tiempos también quisiera comenzar un taller de novela, ahora que estoy en Buenos Aires tengo que aprovechar que acá atiende diosito.

Quisiera también continuar con el compromiso y el amor que me unen a mi novio. Que toda mi familia tenga salud. Que las viejitas de la flia no se mueran. Que mis papás estén tranquilos. Y que mis hermanas sean muy felices y exitosas en lo que se propongan.

Por supuesto que los viajes están en mis planes. Este año sale Hawaii, me voy a la casa de una amiga. El próximo ya estamos planeando algo similar.

Les deseo a todos que su próximo año sea mejor que el que está por terminar. Yo voy a trabajar para que así sea en mi caso.

Les escribo desde la guardia del hospital, este año me la paso con médicos. Después le cuento qué tal.

¡Feliz año nuevo!

Les dejo algunas fotos de mis compañeros de hospital.

Estos son mis compañeros de todos los días del hospital.

Este es casi el equipo completo de ginecología. Yo sacaba la foto.

Esta foto nos la sacamos después de terminar quirófano en nuestro lugar de trabajo, antes de almorzar.

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Lun, diciembre 31 2012 » Mi vida, Salud

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