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Anoche soñé cómo era mi encuentro con Gabriel

garcia-marquez

Recién llegaba a su país, tenía otros planes para hacer pero decidí irme directo adonde él se encontraba. Había un portón enorme que separaba el barrio privado donde él vivía del resto del mundo, pero al ser grande, cada vez que se abría y se cerraba demoraba el tiempo suficiente para que yo me colara.

Entro y empiezo a caminar como si hubiese vivido allí toda la vida. Después corro, porque no aguanto la ansiedad, hasta que me meto en una casa, la primera que veo. Estaba toda desordenada y la gente dormía. Dije, acá no es. Salí y seguí buscando. Iba mirando, sabía que mi intuición me diría cuál era el lugar correcto.

Me meto en una segunda casa, pensé que no había nadie, pero una señora vestida de blanco se aparece detrás de una puerta y sin preguntarme qué quería, ni quién era me señaló con el dedo el camino que debía seguir para encontrarlo.

Le hice caso y me alegré de que haya personas como ella en este mundo. Después escuché por los altoparlantes que me buscaban, pero no me alarmé. Llegué al lugar que me había indicado la señora de blanco y descubrí que era una clínica. Me lamenté de que mi señor estuviera internado. Pero no me desanimé.

Me meto en la clínica y pienso, cómo no traje mi ambo de estudiante, así podría pasar desapercibida. Pero no me importó ser la oveja negra, vestida común como estaba seguía avanzando entre tanto guardapolvo blanco. Cuando llego al área restringida me encuentro con una amiga que me dice “¡Ahora!” y yo entro. Busco y busco, ya estaba corriendo, los médicos y enfermeros me miraban y empezaban a codearse para que alguien me frente.

Llegué a un pasillo sin salida, no había puertas, ventanas, nada. Era el último lugar que me faltaba recorrer. Si no estaba ahí, no lo iba a encontrar en ningún lado. Desolada miro hacia arriba como buscando justificativo a este desencuentro y es ahí cuando descubro lo único que desencaja en ese pasillo trunco. Había una pequeña puerta en el techo, la abro y de golpe se cae Gabriel arriba mío. Hola señor, lo estaba buscando. Eso le dije.

Estaba perfecto de salud, todo eso de la clínica era un disfraz para que nadie lo moleste. Después empieza a retarme por haber sido tan caprichosa de querer llegar a él sea como sea. Yo no paraba de llorar. Estaba espiando por dónde andabas, por eso cuando abriste la puerta me caí. Me dijo divertido pero con cara muy seria. Yo sabía que ya había pasado la barrera, su barrera.

Estábamos en su casa, en una habitación muy luminosa y amplia que permitía ver los hermosos jardines llenos de flores y otras plantas. En eso llega Mercedes y me da un abrazo cálido, como lo dan las madres. Me saluda, me da la bienvenida, me regala un libro y me da el número de teléfono de su casa para que no tenga que volver a viajar cuando quiera hablar con él.

Me dice que se tiene que ir, que nos vemos luego. Y yo me quedaba ahí, sentada en el sillón al lado de El Gabo, tomándole su mano caliente y suave. No le preguntaba nada, sólo lo miraba y esperaba a que él empiece a contar lo que yo había ido a escuchar.

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Mie, julio 7 2010 » Varios

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